miércoles, 31 de diciembre de 2014

Predicación de Mons. Jorge Lozano en la Misa por los 10 años de Cromañón

Predicación en la Catedral de Buenos Aires
Misa por los 10 años de Cromañón

30-12-14

En este tiempo de Navidad celebramos la presencia de Dios entre nosotros. Él Elige una ciudad de las periferias del Imperio, Belén, y en ella uno de los lugares también de periferia, un establo. Una presencia muy particular, tan única como irrepetible, y también tan maravillosa como irrevocable. No hay vuelta atrás, Dios vino para quedarse. Se hace carne, asume nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Anda con nosotros por todos los caminos en los cuales nos encontramos y los diversos modos en los cuales estamos, en la esperanza y la decepción, en la luz y las tinieblas.

Con la encarnación Dios de alguna manera está presente en todo ser humano. Toca nuestro corazón, y todo lo vital: el dolor, la alegría, la libertad, los fracasos, las derrotas, los anhelos, los afectos, el amor... No hay nada de lo humano que le sea indiferente.

Experimentamos que su gracia nos sostiene, y el Espíritu Santo nos alienta en la esperanza. También  percibimos que está en los hermanos que nos ayudan a caminar, y en aquellos fatigados y abatidos que esperan les tendamos una mano.

Hoy se cumplen ya 10 años de aquella noche fatal que se robó mucha vida joven. 10 años de sufrimientos y desamparos, pero también de gestos de cariño que reconfortan y reaniman.

El sufrimiento compartido fue como una escuela en la cual aprendimos muchas cosas. Vimos que no siempre la sociedad trató con cuidado las heridas. Hemos conocido del dolor que sana y del dolor que enferma o agravia.

El dolor que sana es el que compartimos en el abrazo sincero, el relato escuchado con respeto, la oración que se hace ofrenda y pedido (como la vela que acercamos al altar), la presencia de los amigos hasta el fin. Como dice el Evangelio de San Juan acerca de Jesús como amigo: “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin” (Jn 13,1). En el mejor de los sentidos la vida ha continuado. Muchos han formado familia, hubo nacimientos, logros alcanzados que devolvieron sonrisas y fiesta.

Pero también nos ha visitado el dolor que enferma. Lo hemos experimentado en la incomprensión, la superficialidad, el maltrato, la descalificación, la injusticia, la indiferencia. En cuántos momentos hemos sentido que este no es un problema de todos. Como si dijeran: “Cromañón es un problema de ustedes”.

En fin, hemos sabido del amigo sincero y del falluto. Del que no entiende pero acompaña el misterio, y del que entiende y se hace el distraído.

El Cardenal Jorge Bergoglio varias veces desde este mismo lugar se lamentaba porque “Buenos Aires no ha llorado por la muerte de sus hijos”. Una ciudad y un País que sigue su camino sin importarle de sus hermanos que sufren.

Pero, por encima de todo, hemos experimentado el consuelo y la fortaleza que nos da la fe. Referentes y ministros de diversas confesiones religiosas nos hemos unido en el acompañamiento durante estos 10 años. El Cardenal Jorge Bergoglio nos ha alentado e insistido en un compromiso estable. No algo de ocasión, fugaz y efímero como el flash de la foto, sino con la tibieza de la vela que ilumina aún en las penumbras más cerradas de la noche.

Durante estos días se realizan diversos actos conmemorativos para guardar memoria y hacer presente en la sociedad lo que ha acontecido. En esta Iglesia Catedral le pedimos a Dios y a la Virgen que no nos suelte de la mano, que necesitamos de su cariño de Padre que abraza y consuela. Necesitamos de la familia y los amigos.

La oración también es compromiso para construir la sociedad fraterna en justicia y solidaridad. Renovemos el compromiso por cuidar la vida en todas sus etapas, y cuidarnos unos a otros. Para que seamos hermanos nació Jesús.

+Jorge Eduardo Lozano

Obispo de Gualeguaychú

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