sábado, 5 de julio de 2014

“Vengan a mi”

Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. (Mateo 11, 25-30)

El evangelio que rezamos este fin de semana nos invita a pensar en dos gestos o palabras de Jesús.
La primera la encontramos en el comienzo del texto de Mateo en el cual Jesús alaba al Padre porque se revela (se da a conocer) a los pequeños y no los sabios.

A mi parecer es una invitación a alabar a Dios porque se nos da a conocer a cada uno, se va reve­lando a vos o a mí, no por nuestras capacidades sino porque él quiere. Esta revelación es especial para los pequeños, los pobres, los que no tienen seguridades ni en el saber ni el tener. Si somos pequeños se nos revela.
La segunda invitación es para ir a Jesús: “vengan a mi…” Si estas agobiado o afligido hay un corazón a donde recurrir. Tenes un lugar donde descansar.
Alabar es poner el centro en Dios y no en nosotros, porque es el creador y dador de vida; ir a Jesús es descubrir que hay un lugar en su corazón.
Somos invitados con sencillez a repetir lentamente las palabras del evangelio y ha­cerlas nuestras. Dar gracias por el amor de Dios que se revela y porque no nos deja solo.
En definitiva descubrimos que somos importante no por lo que hacemos sino por lo que somos: HIJOS AMADOS DEL PADRE.
Experimentemos el abrazo amoroso del Señor que nos hace recostar en su corazón y animémonos a ser nosotros el abrazo para otro que camina a nuestro lado: que descubra que el afligido y agobiado no solo tiene un lugar en Dios sino también en nuestro corazón.
¡Dios nos acompañe y consuele a lo largo de la semana! Bendiciones

P. Javier

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